En el marco de un territorio marcado por su geografía y su riqueza hídrica, se destaca el gran Canal Bogotá, siendo este naturalmente una escorrentía que evacúa las aguas lluvias de más del 60% del área urbana de Cúcuta recorriendo la ciudad en sentido sur-norte, desde el piedemonte, en el alto del barrio magdalena hasta la desembocadura en el río Pamplonita, con un total de aproximadamente 15 kilómetros.
Aunque el Canal Bogotá debería ser identificado como un conector biótico emblemático en la ciudad, actualmente se encuentra canalizado tras la fallida decisión urbanística en 1961 que dio inicio a la canalización del tramo desde la Universidad Libre hasta Santa Elena, abarcando más de 9 km del curso de la escorrentía, lo que condujo al desarrollo de problemáticas ambiental, urbanas y socio-culturales que atraviesa más de dos docenas de barrios de la parte central del llano de Cúcuta.
Por lo tanto, lo que en su momento se planteó como respuesta a la mitigación de las inundaciones por aguas lluvias y las afectaciones que esto incidía en las urbanizaciones subscritas al canal, se convirtió 60 años después en el peor “cáncer” que le ha nacido a la ciudad, según manifiesta la comunidad.
Identificándolo como eje receptor de residuos de aguas negras y desechos sólidos, lo que genera una afectación directa al entorno que incide en la calidad del hábitat. Confluyendo en él problemáticas sociales ocasionadas por el mismo deterioro del Canal, dentro de las cuales se destaca las dinámicas de venta y consumo de sustancias psicoactivas, ocupación de habitantes de la calle (el 50% de los habitantes de la calle son venezolanos por la cercanía a la frontera), propiciando el abandono del canal y a su vez hurtos urbanos y secuestros.
A su vez, la vulnerabilidad de la ciudad a las olas invernales que la azotan sigue permaneciendo, incluso, la capacidad de respuesta de la misma se ha debilitado debido al déficit de absorción del suelo que se presenta por el desplazamiento del lecho natural originario de la escorrentía al no permeable del desarrollo urbano. Lo que genera que centenares de viviendas en el llano de la ciudad no escapen de las inundaciones.
Por consiguiente, es indispensable estudiar una respuesta que transforme la connotación del Canal Bogotá como infraestructura receptora de contaminación ambiental que ha segregado social y ambientalmente a la ciudad a un eje cultural a manera de ecosistema urbano donde confluye la cultura, la naturaleza y la vida urbana. A partir de esto, como una oportunidad para recuperar el canal y volcar de nuevo la mirada hacia el mismo nace el laboratorio urbano del Canal Bogotá como proyecto piloto que interviene uno de los tramos más marginados del canal, entre la av. 7 y la av. 8, sector referenciado como el corazón de la problemática sociocultural por ser foco de inseguridad y hábitat del denominado “barrio chino”, propiciando el abandono ambiental y urbano a pesar de estar inscrito en un barrio de carácter residencial.